Wednesday, August 26, 2009

Inauguró sus silencios fusilando lagartijas;
fundó su pueblo en la sierra, rumor distante del mar,
y él mismo fue presidente, pueblo, ayuntamiento, alcalde,
cura, mozo y sacristán.
Gobernó, azul de retóricas, las mariposas y el viento, la luz,
la sonrisa amarga del pinar.
Emitió tibios decretos deportando la sonrisa;
regamentó los luceros de la noche y en su afán
de dar el poder al pueblo, pensó hacerse derocar.
Pero el pueblo era su mismo afán de vivir y andar.
Conspiró contra su propia y fina bestialidad:
un día se envió una carta diciéndose, no habrá paz,
manos canallas, las tuyas te quieren estercolar;
averiguó -al fin- su letra cansada, y con duro afán
clamó al pueblo -sombra suya- y se mandó a fusilar.
El viento vino a su entierro, vestido de general;
y vino también la nube húmeda y municipal,
y la cucaracha vino, y el sol duro y el vibrar
de los grillos que, solemnes tornaron a criticar...
Por las crestas de los montes,
por el viento circular,

por las crecidas del sueño,
por el tiempo y por la mar,
se oyeron voces que nadie
ha de volver a escuchar.
Y el rumor se quedó solo, sin cura, sin general,
sin secretario de estado, sin banda municipal,
sin trompetas, sin medallas, sin mandatos, sin tam tam,
sin sucúbulos de la noche, sin cotidiando rezar;
las soledades vinieron a cubrir la soledad,
y el otoño y el verano igual llegaron; igual
que las palabras dormidas,
y que la muerte letal
Gobernó, azul de retóricas,
cual sombra de su heredad.

Marcio Veloz Maggiolo