Friday, July 10, 2009

Silla, sillón o calle

Tus pies te conducen y no reparas en el movimiento. Doblas a la derecha en la calle que contiene tu destino y el vapor que emana del suelo de asfalto, debido a la ligera lluvia que acaba de caer, te calienta. Te sientes cansado y el cuello de la camisa se humedece por el calor. Huele a lluvia, su olor preferido, y los árboles que crecen en la acera, tan familiares, te reconfortan. Te diriges a una casa como cualquier otra, pintada de azul y con techo de tejas. Pero esa casa es tu santuario, tu remanso de paz, aunque sea por unas horas.
Te duelen los hombros por el peso de los pocos días que han pasado desde la última vez que caminaste esa calle. Esperas poder descargar un poco de ese peso sobre la silla que está junto a la puerta. Sólo piensas en llegar a la casa azul de techo de tejas, tocar la puerta y luego de entrar sentarte en el sillón. A partir de ese momento, sentado en el sillón, todo estará mejor. Mucho mejor.
Al llegar y tocar la puerta, ves que la silla en donde descargas tu peso se encuentra llena, y que el sillón ha sido cambiado de sitio. Algo no anda bien. Te sientas en el suelo, que está más duro que de costumbre y esperas. Esperas. Cuando no puedes esperar más preguntas por el sillón. Y sólo recibes un seco "No sé". La respuesta te carga los ojos de lágrimas y lloras la pérdida de tu santuario, del sillón y de la silla.
Sales de la casa y te alejas de ella. No puedes creer que a tu espalda dejas tu desahogo. Los hombros te pesan tanto que te encorvan, y las lágrimas no te dejan ver. La calle nunca será la misma, los árboles nunca serán los mismos, la lluvia nunca olerá igual y el recuerdo del sillón te pesará por siempre.

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